Quemaban sus restos en mitad de la
plaza, mientras danzaban alrededor del fuego. ¿Sería ese el fin de
la pesadilla o el principio? Mujeres y hombres, hombres y hombres,
mujeres y mujeres, fornicaban cerca de las llamas, tiñendo la noche
de gemidos. Cuando de repente el cielo se desplomó sobre sobre el
mundo en forma de lluvia, apagando el fuego. Y de entre las cenizas
se elevó la bruja. Pobre incomprendida que debía cobrar venganza.
Con un último alarido maldijo al pueblo por el resto de los tiempos.
Ese pueblo sin nombre fue mi cuna. Y no
hay forma de ocultar mi estigma. Vengo de un pasado muy oscuro. Así
que no apagues las luces esta noche, cariño. No me temas. He de
pagar un castigo, y cada día se está más cerca la hora de rendir
cuentas.
El paseo de Gracia estaba a reventar.
Cruzaba la calle cuando todo desapareció. Una muerte transitoria me
dejó fallecido en el asfalto. Y cuando desperté ante mí se
mostraba lujuriosa una ciudad vacía. Me puse a correr hasta que mis
piernas no pudieron más. Un silencio absoluto sentenciaba mi
soledad. Si alguien leyera este mensaje en la botella.